En los últimos años, mi papá, quien siempre fue un lector incansable, comenzó a subrayar los libros que leía -principalmente novelas- y, luego, transcribía a mano, en unos hermosos cuadernos de cuero, con su minúscula letra de profesor universitario, esas frases subrayadas que él llamaba florilegios.Florilegio, según la Real Academia Española, es una colección de trozos selectos de materias literarias.Al comienzo, creo que mi papá copiaba esas citas por puro placer; muchas tardes, en el jardín de su casa, nos leía en voz alta algunos de esos florilegios y los comentaba. Sin embargo, ese compendio se fue transformando, poco a poco, desde un elemento de puro goce y deleite hasta un refugio necesario y valiosísimo, ante la dura realidad a la que nos enfrentábamos cada día.Esa trasmutación también hizo que el pasatiempo se volviese más rígido, casi imposible de abandonar; mi papá no era capaz de comenzar un nuevo libro sin primero haber transcrito los florilegios del que había terminado. Así, la relevancia de estas citas se impuso casi al nivel de la lectura misma.La idea de convertir esa afición de mi papá en un libro surgió en un momento vital difícil: mi papá estaba convaleciente de una delicada operación que, si bien había sido exitosa, su recuperación se avizoraba lenta y pedregosa. Con el fin de animarlo le sugerí que hiciésemos un libro de citas, al estilo Bartlett (aunque obviamente mucho menos ambicioso que ese gran monumento de referencias). Mi propuesta fue aceptaba, si bien al inicio tímidamente y sin mucho ánimo. No obstante, el ejercicio se extendió por meses, y se volvió también parte de nuestra rutina. Trabajábamos prácticamente todos los días en ello, aunque solo media hora al día; mi papá me dictaba las citas de sus cuadernos y yo las copiaba en la computadora, en el orden como habían sido leídas (que era obviamente el orden en el cual habían sido transcritas en los cuadernos). La clasificación vendría después, y aunque insistí varias veces en ese punto, nunca llegamos a hacer la distribución de los textos en categorías.Mi papá tuvo una recaída violenta y nunca se recuperó, por lo que, lamentablemente, falleció, sin que terminásemos la transcripción. Ahora, tres años después de su desaparición, aunque el vacío que genera su ausencia es el mismo, en busca de un magro consuelo, he logrado terminar su libro.Hoy tienen en sus manos el resultado de ese trabajo.