"Viktor era talle 43 de calzado. La cornisa era 41." Así comienza una novela negra sobre la cacería del primer asesino en serie de Uruguay, el Decorador, cuya impunidad empuja a la opinión pública a llevar la carga contra la Policía que se supone debería protegerles y no tienen ni la más ínfima pista de quién podría ser el homicida, ni dónde atacará la próxima vez, todo esto en el marco del primer gobierno de izquierda en la historia del Uruguay del Dr. Valdez, oncólogo de profesión pero elegido por la ciudadanía para ser su presidente del 1ro. de marzo de 2005 al 1ro. de marzo del 2010.
Geraldine Goldman, la Jefa de Prensa de la Policía, en una noche de bocadillos y vino frente a su laptop, contrata a un detective ruso al otro lado del planeta, Viktor Ielicov, gastando sus propios ahorros en pasajes, estadía y honorarios, sin saber que quizás la aprobación verbal de la restitución de los mismos de parte del Ministro del Interior tenga la validez de un contrato comercial petrolero en una servilleta de un bar.
En Vladivostok, un boxeador de los pesos pesados que entrena para enfrentarse al campeón ruso y además es detective por hobby, Viktor Ielicov, acepta el contrato con la "vasta" experiencia de seguir a dos o tres esposas o esposos infieles en su currículum real, pero por supuesto esto no figura en su perfil online, algo más florido y "marketinero".
¿Qué puede salir mal? ¿Que el asesino en serie esté respaldado por una secta secreta neo-fascista? ¿Que un Juez de la Suprema Corte se rompa la crisma contra un water en uno de los barrios más pobres de Montevideo? ¿Que detectives y ex combatientes de alta gama extranjeras entren en acción? Pidan y tendrán. Nada tiene sentido en esta historia de horror y misterio, y a su vez todo lo tiene.
En su primera novela negra así de dramática, el escritor da rienda suelta a las escenas sangrientas, las descripciones explícitas de las formas de matar, y a lo peor que puede sacar de nosotros nuestro reportorio de emociones como humanos.