Nunca supe acerca del linfoma de Hodgkin hasta que tuve uno. Es más, ni siquiera sabía que el linfoma era cáncer de ganglios ni tenía idea de la existencia del sistema linfático. Mi creencia era que si llevas una vida sana con alimentación adecuada no te vas a enfermar, pero el cáncer no respeta edad, afirmaciones ni tratados. Ni siquiera la ciencia es exacta con respecto al cáncer.
En teoría cualquier persona en el mundo tiene células cancerígenas. Es un misterio saber qué las activa y las vuelve malignas. Tampoco es hereditario: soy la única persona de mi familia en haber padecido a "Tato" y espero ser la última. Es simplemente una lotería maligna que aparece para dañar tus planes y robarse hasta el último centavo de tu familia.
Dicen que experiencias fuertes como esta dejan siempre un aprendizaje: yo aún estoy en la búsqueda del mío. Quizás mi misión después de esta pesadilla sea explicarle al mundo y a la comunidad científica que la quimioterapia es el gran error de la medicina, porque es un negocio macabro que genera millones a cambio de la muerte de miles de personas. No es una cura: solo es un paño de agua tibia muy dañino que tapa el malestar un tiempo, quizás unos años, pero si el cáncer reaparece tras la quimioterapia y trasplantes de médula es porque simplemente no funciona.
La quimioterapia no ha variado en décadas. Es retrógrado que a estas alturas todavía exista un tratamiento que ataque todas las células de tu cuerpo (buenas y malas) en lugar de solo destruir un tumor. En vez de invertir una estúpida cantidad de millones en armamento nuclear o en jugadores de fútbol, la humanidad debe -y puede- buscar la manera de combatir el cáncer de forma más efectiva y menos erosiva, porque la enfermedad está ganando la batalla. Estoy convencida de que pueden crear una vacuna contra el cáncer, pero perderían tanto dinero que no les resulta conveniente, pues es mucho más rentable mantener a una persona enferma y haciéndose exámenes de control que evitándole la enfermedad.
Con frecuencia se cometen demasiados errores antes de diagnosticar cáncer, pues los médicos pasan meses o años acusando al paciente de fingir malestares. Cuando una persona insista en sus síntomas, no es correcto ignorar lo que siente solo porque en ese momento uno o dos exámenes no muestren nada. El trabajo de un médico es atender lo que está pasando en esa persona, y no descansar hasta encontrar la causa. A nadie le gusta tener malestares sin fin.
Este no es el típico libro de autoayuda con frases positivas y motivadoras para salir adelante. No, el cáncer no es cursi. Es una enfermedad maldita y como tal se le debe tratar. La maldigo todos los días, la odio, no tengo recuerdos ni conceptos bonitos de todo lo que me hizo pasar ni le perdono todo lo que perdí por su culpa. No me disculpo si a alguien le ofende alguna palabra aquí.
Este libro simplemente pone de manifiesto lo que pasé, los errores que encontré en el camino, quiénes estuvieron a mi lado y lo que sin querer me funcionó durante mi proceso de curación. No puedo afirmar qué va a pasar en el futuro con mi salud, pero sé lo que no pienso volver a aceptar jamás en cuanto a términos médicos. ¡Quimioterapia nunca más! De aquí en adelante solo voy a vivir como venga y como pueda, sin estar atada a exámenes ni síntomas. La pesadilla fue una sola vez.
Este libro está dedicado a quienes hoy reciben un terrible diagnóstico de cáncer, a quienes están atravesando el infierno de la quimioterapia y a quienes como mi abuela murieron a manos de esta maldita enfermedad. Crucemos los dedos para que el cáncer un día simplemente sea un signo zodiacal.