About the Book
La filosofía continúa siendo (afortunadamente) ese espacio intelectual que permite pensar y conocer la realidad para vivir conforme a un conjunto de criterios (éticos, estéticos, epistemológicos, en suma, sociales y culturales) que ordenan, regulan y orientan en mayor o menor medida, la vida de las personas.
Es justamente en ese espacio intelectual en el que tiene cabida la discusión de la provisionalidad de los textos, su carácter transitorio y su consecuente necesidad de ser continuamente releídos, revisados y reformulados.
La historia de la filosofía es la historia de ese trajinar constante por el terreno de un puñado de problemas que, según el lugar y el momento en el que son planteados, ofrecen miradas agudas e intentos de soluciones profundas que buscan orientar y sostener la acción del conjunto de personas que transitan por el mundo como testigos de su época.
Las categorías de problemas permanecen más o menos inalterables (el conocimiento, la verdad, el bien la belleza, la tecnología); varían las respuestas porque varían las circunstancias y, en consecuencia, el ángulo de mira desde el cual se evalúa cada problema.
Los filósofos, en general, procuran comprender desde una perspectiva global y totalizadora la marcha de su tiempo. A partir de esa comprensión intentan explicar, a través de sus textos, en forma rigurosa y sistemática, las razones y los mecanismos que han dado forma en cada dominio (ético, estético, epistemológico, antropológico, etc.) al mundo que ellos piensan y problematizan. Finalmente, en muchos casos, los filósofos se sienten capaces de orientar, a partir de sus propuestas, la acción de las personas y las instituciones. Sin embargo, ellos saben que su comprensión del mundo, sus explicaciones y sus orientaciones son siempre precarias, discutibles, cuestionables y, en definitiva, sustituibles por otras ideas.
Un libro de filosofía para estudiantes debe ser, entonces, una puerta de entrada al conocimiento y la discusión de ese universo de pensamientos y significados que pretende, cada tanto, instalarse con firmeza en el tiempo y en el espacio en el que fueron concebidos. Debe ser, al mismo tiempo, un instrumento que permita diferenciar la labor paciente, ordenada y rigurosa del verdadero filósofo, de la tarea más superficial, vertiginosa y menos perdurable de quienes, considerándose aptos para opinar de todo, se presentan, desde lugares muchas veces más espectaculares que los que ocupan los filósofos, como los poseedores de las nuevas recetas que mitigan la angustia de la gente.
¿Cómo hacer para interesar a los jóvenes en una disciplina que "tiene poca prensa" y, al mismo tiempo, mantener la dosis justa de información y complejidad de los temas abordados?
En relación con los objetivos perseguidos y pensando en la utilización que pueden hacer del libro los docentes, introduje un conjunto de problemas para la discusión que, a mi juicio, no pueden estar ausentes en las aulas, porque todos ellos están ligados a cuestiones que trascienden el marco del aprendizaje de la filosofía y se instalan en ámbitos múltiples y diversos (por ejemplo, el cognitivismo presenta interesantes desafíos y problemas en terrenos tan dispares como las teorías del aprendizaje, la vinculación mente máquina y, con-secuentemente, la antropología que subyace a toda producción simbólica de conocimientos y saberes; la teoría de los juegos abandonó el circunscrito terreno de las relaciones económicas y se instaló en el debate de la ética y de las ciencias sociales, y la hermenéutica resurgió como procedimiento de construcción del saber, polemizando con la perspectiva científica de abordaje del mundo como objeto).
Esto supone un desafío: introducir un vocabulario y unos contenidos que reclaman de parte nuestra y de los alumnos un esfuerzo de "asimilación y adaptación".