Excerpt from Cuestiones M�sticas, o Sea las Alturas de la Contemplaci�n Accesibles a Todos: Alientos, Est�mulos y Desenga�os de los Grandes Maestros de Esp�ritu a las Almas Espirituales Y A Directores

As� es como, de la misma insigne Doctora m�stica, Santa Teresa de Jes�s. Vienense hasta hov con gran insistencia citando, pero de ru tina, dos o tres frases algo confusas e incorrectas que ella quiz�s in fluida de ciertos prejuicios de entonces - verti� demasiado a prisa en el Camino de perfecci�n, y que. Tomadas as� como suenan, y a gusto de ciertos autores, se han prestado a paliar y cohonestar grandes ve rros; a pesar de que la misma Santa se encarg� repetidas veces de rectificarlas y explicarlas en su verdadero sentido, y de que, por lo mismo, contra esos breves textos pueden aducirse otros innumerables donde del modo m�s terminante ense�a todo lo contrario de lo que ahi se le hace decir. Una de esas frases (que por desgracia suele figu rar a�n sin ninguna nota aclaratoria en el cap. 16 de las ediciones corrientes, conformes al original de Valladolid), es la que parece dar a entender que la contemplaci�n m�stica no implica necesariamente el estado de gracia. De donde luego se trat� de deducir que es un fa vor completamente gratu�f0, que como tal nunca puede en rigor me recerse, y que lejos de ser del todo necesaria para nuestra santifica ci�n, podr� ser a veces perjudicial o peligrosa, como todas las gracias gratis �latas, o verdaderamente extraordinarias, entre las cuales, de un modo o de otro, Se ha procurado incluirla. La otra es donde (ca p�tulo 17) al parecer insin�a que puede haber personas muy piadosas que de ning�n modo sean llamadas para la contemplaci�n, sin per Juicio de que lleguen a ser muy perfectas y aun de que excedan en virtud a otras
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