About the Book
Cristo, en el Viejo Oeste, subtitulada, el Pistolero de la Luz, una narrativa de wéstern, que navega, entre la distopía y la utopía, magia, fantasía, ficción, historia, realidad y religión. Se trata de pistoleros y forajidos, por más que el nombre no os parezcáis, al estilo americano y mexicano; también conocidas como películas: vaqueras o cowboys, estos últimos nombres, indebidos, averiguáis porqué. El muchacho (héroe), bandidos, sheriffs, indios, pistolas, fusiles, ametralladoras, balazos, duelos, caballos, colonos, pioneros, cantinas, prostitutas, bailarinas, chicas, pianolas, pianistas, música (Ragtime), juez, indios, persecuciones, muertos, cementerios, ranchos, montañas y milagros; una deuda pendiente conmigo mismo, desde aquellos lejanos tiempos, de infancia y adolescencia, cuando en mi imaginario y soliloquios solitarios, con pistolas de juguetes, enfrentaba en duelos a muerte, a peligrosos y malvados, bandidos. Pasaron los años y los recuerdos, inolvidables, ahí en mi memoria permanecían aquellas películas y las remembranzas de pistoleros, buenos y malos; del muchacho, el bandido y la mujer bonita, ah y los indios "malos", una carga cultural que llevamos en nuestras conciencias, que en nuestra ingenuidad de niños, aceptábamos como una verdad, irrebatible, aplaudíamos las persecuciones y las matanzas, de la "la ley y el ejército yanqui". La hermosa y aleccionadora palabras, en 1854, del Jefe Indio Noah Sealth (Seattle) de la Tribu Suwamish, piel roja, al enviado especial del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Franklin Pierce, descubierta en los conocimientos de la adultez; además de otras investigaciones, me develaron la verdad, tomando conciencia de la terrible tragedia de los nativos de Norteamérica, ¡humillados, perseguidos y exterminados, por "malos" y con ellos una cultura milenaria, el inicio del fin de la Tierra! ¡Cómo olvidar, el cine de mi pueblo y sus vistosas carteleras de películas, obras de arte!, casa de los sueños, cristal de imágenes por donde veíamos el mundo, en blanco y negro; sin entender, tampoco preguntábamos, ¿cómo de una luz, que irradiaba imágenes en una pantalla de concreto, cobraban vida? He de contarles que, muchos de mis paisanos y amigos, quedaron anclados, para siempre en ese tiempo, viviendo la fábula y la fantasía, en el imaginario de aquellas películas; imitando y copiando a actores y actrices, héroes y heroínas, en el ideario fantasioso, ¡yo quiero ser, como él, un héroe y aventurero! Sueños y fantasías de hombres y mujeres, que no tuvieron la oportunidad de conocer otra vida, más allá, de la magia que vieron a través de la pantalla del cine; la pobreza, la falta de estudios y las circunstancias de vivir alejados de las principales ciudades y la cultura, no les permitió aventurarse por esos mundos de Dios; hubo paisanos que lo lograron, ¡verdadero héroes! El Paraíso, nombre del cine de mi pueblo, a través de la proyección de película, les dio la oportunidad a esas almas; de soñar, "viajar y conocer otros mundos": países, pueblo, ciudades, culturas y otras almas, sin moverse del lugar de nacimiento y crecimiento, ¡así vivieron, así murieron y así fueron sepultados! Ah, ya sé, preguntáis, ¿Cristo pistoleros y en el viejo oeste?, la respuesta es, si. Volvéis a preguntar, ¿Cristo, el Redentor, el Hijo de Dios?, respondo otra vez, si, el mismo. No te das por satisfecho y preguntáis, ¿Cristo con pistolas, matando y llenándose las manos de sangre?, si, ¿por qué no?, os debéis una explicación; una razonable; en la narrativa no es el mismo Cristo de hace 2000 años, no es otro, éste del siglo XIX, no exponéis la otra mejilla, tampoco os permitiréis que ofenderos o maltratéis, ni dar de latigazos, ni humillaréis, ni torturáis, sencillamente sacáis la pistola y te matáis. ¿Dónde quedáis, el Cristo, el salvador y redentor?, nos vamos entendiendo; veamos,