La familia Unzúazu es, junto a Sofía, parte de la serie de novelas que Martín Morúa quiso presentar como cuadros sociales de la vida cubana. Según sus propias palabras la serie titulada Cosas de mi tierra resultará estrechamente entrelazada; pero esto, respecto de un volumen a otro, no significará continuación por necesidad. Cada tomo será una novela completa, independiente cada obra, sin perjuicio, no obstante, de que los personajes pendientes de solución en una, pasen a desenvolverse en otra, y aun los de relativa importancia en la anterior, lleguen a ser los caracteres más salientes de la composición inmediata.
En La familia Unzúazu, Liberato, un esclavo, y su dueña remueven las relaciones sociales en una escena violenta y extática:
Un movimiento que ahora hizo Ana María descubrióle, caída la blanca media hasta el tobillo, el desnudo y torneado nacimiento de la pierna.
Liberato sintió como una vaporosa nube que le cegaba. Sin ánimo para resistir la propulsiva fuerza que le impelía, extendió el brazo palpando suavemente aquellas carnes tentadoras... y esto fue ya más de la medida. Extremecióle un punzante calofrío que le erizó todo el cuerpo, al contacto de la piel sedosa y tibia de su ama, y más enajenado que consciente de sus actos, cayó enardecido sobre la beldad reverenciada, y estrechándola convulso entre sus brazos sació con encarnizamiento el apetito brutal no sospechado, que tan súbita y bestialmente se manifestaba. El frenesí del bárbaro no encontraba oposición por parte de la víctima, y esto debió excitar su torpe sensualismo, hasta que, finalmente rendido en su locura, sin alientos quedó como fundido sobre la pequeña alfombra y abrazado al cuerpo de su ama.
Y este clímax tiene como trasfondo la Cuba del siglo XIX y el ambiente de los ñáñigos, libertos africanos que practicaban un código ético basado en ritos ancestrales.