Cádiz, abril de 1812
Un policía investiga la muerte, en extrañas circunstancias, del primer presidente constitucional de las Cortes, el peruano Vicente Morales Duárez.
La ciudad de Cádiz, convertida en la metrópolis de un imperio en decadencia, la invasión napoleónica, las ambiciones del aliado inglés y los movimientos secesionistas americanos, se mezclarán inevitablemente en su búsqueda de indicios para los que encuentra pocos colaboradores y muchos enemigos.
Además, la biografía del diputado suplente por Perú, muestra algunas aristas que llaman su atención conforme avanzan sus investigaciones. Morales llegó a Canarias, primero, y después a Cádiz, aparentemente para cumplir una misión que le encargara el propio Virrey de Perú José Fernando de Abascal. Sin embargo, poco después, él mismo encabezó un grupo de diputados americanos que pedían la destitución del Virrey -la mayoría peninsular se opuso y la Regencia le ratificó en su cargo. Morales, diputado suplente de las Cortes, por accidente, como la mayoría de los representantes americanos, desarrolló una labor legislativa encomiable, destacando sus intervenciones en defensa de los indios, su papel en la instauración de la libertad de prensa e imprenta o su posición contra la continuidad de la Inquisición, a pesar de su formación religiosa. Fue, además, uno de los ponentes de la Comisión Constitucional, lo que contribuye a la confusión en los descubrimientos de Samuel Hinojosa, el policía que está empeñado en descubrir las causas reales de su muerte. Y lo más extraño, su ausencia de las Cortes, durante días, antes, durante y después de ser elegido Presidente. Y para mayor confusión, durante su ausencia, solicita y se le concede autorización para comprar un barco, una goleta que ha de figurar después en los anales de la historia de la Marina española.