"Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe. Y eso no es de ustedes: es un don de Dios, no de las obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios preparó de antemano para nosotros. (Ef 2:8-10)La carta a los Efesios es una de las cartas de la prisión, es decir, es una de las cartas de Pablo que fueron escritas mientras el apóstol estaba encarcelado en Roma.En su tercer viaje misionero, el apóstol Pablo pasó casi tres años en la ciudad de Éfeso, ciudad que se convirtió en un importante centro de acción cristiana en la provincia romana de Asia, en una región perteneciente a Turquía. La Epístola a los Efesios fue escrita por Pablo durante su primer encarcelamiento en Roma, entre los años 60 y 63 d.C.La mayoría de las recomendaciones del apóstol se refieren a la posición de la iglesia en relación con Cristo. Al final de los seis capítulos, la atención se centra en la lucha de los santos, un estímulo para que, como seguidores de Cristo, todos comprendan que Dios tiene toda la autoridad para manifestar su presencia entre los creyentes: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Ef. 1:3).El autor advierte entonces sobre la doctrina, el fundamento de los propósitos de Dios para toda la humanidad, donde la existencia y el caminar deben mantener la atención en la palabra del Señor, en las enseñanzas de Jesús. De este modo, todo el pueblo de Dios no se dejará influenciar por doctrinas de origen dudoso, que no proceden de Dios y no reconocen a Cristo como Señor y Salvador: "Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis llamados en una sola esperanza de vuestra vocación; hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos y por todos y en todos" (Ef. 4:4,6).A lo largo de los pasajes, identificamos que los primeros capítulos hablan de los actos y principios de Dios, luego hablan de las experiencias del pueblo de Dios en esa época, y finalmente presentan consideraciones sobre la lucha diaria del cristiano, una invitación a la maduración de la iglesia. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis resistir las asechanzas del diablo" (Ef 6,10.11) y "Enfádate y no peques; que no se ponga el sol sobre tu ira" (Ef 4,26).