Entre La Tribuna y Los pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán escribe una novela en la que se aparta de la técnica naturalista. Se trata de El cisne de Vilamorta, publicada en 1885, en la que conjuga la observación realista con ciertos elementos románticos, especialmente por el tratamiento de los personajes principales.
El cisne de Vilamorta narra el amor apasionado de Leocadia, maestra de dicha localidad, con Segundo, un apuesto joven poeta de este pueblo, que alimenta el amor de su amante con poesías de Bécquer y que, fracasadas sus expectativas de mejora social y económica, emigra a América. Leocadia no puede soportar la ausencia de quien tanto había amado.
El realismo está muy presente en la narración de escenas y hechos de la vida cotidiana de las zonas rurales de Galicia, incluso con elementos costumbristas, que también aparecen en otras novelas de doña Emilia, como la descripción de las populares y animadas ferias de Vilamorta o el ambiente de la época de la matanza.
Los hechos narrados de la novela discurren en una pequeña ciudad de provincias, en la que apenas hay vida cultural. Posiblemente el nombre de Vilamorta haya sido elegido por su simbolismo en cuanto a su pobre vida se refiere.
Algunos críticos han señalado que El cisne de Vilamorta, es una novela indudablemente influida por la atenta lectura de Madame Bovary de Flaubert.
Al escribir La Tribuna, me guiaban iguales propósitos que al trazar las páginas del Cisne: estudiar y retratar en forma artística gentes y tierras que conozco, procurando huir del estrecho provincialismo, para que el libro sea algo más que pintura de usanzas regionales y aspire al honroso dictado de novela.