"Espero, cuando llegue mi hora, morir decentemente en mi cama. No quiero ser asesinado junto a los botes de basura en algún callejón de Chicago". - Bugs Moran
La música swing se derrama en el tenuemente iluminado club. Las cortinas grisáceas del humo de los cigarrillos se abren de vez en cuando para revelar un escenario reluciente y mesas y más mesas con clientes, algunos irremediablemente ebrios y otros embriagados con la vibrante vida nocturna. Fabulosas flappers con brillantes vestidos de cóctel y elegantes diademas de plumas levantan las manos y mueven sus pies al ritmo adictivo en la pista de baile. Hombres elegantemente vestidos, con el cabello prolijamente partido y peinado hacia atrás, lanzan un puñado de dados sobre el lujoso y verde césped de las mesas de dados. Algunos se ciernen sobre las ruedas de ruleta, observando atentamente los destellos plateados que giran, y otros más revisan sus cartas mientras beben whisky, mirando el río y la torre de fichas junto a ellos.
Las melodías, la moda chic y el juego de azar en los Estados Unidos son nostálgicos, imágenes con matices rosados que la mayoría escoge imaginarse al visualizar los Locos Años Veinte, pero el otro lado de la moneda trajo una realidad poco atractiva y mucho más dura, que la mayoría preferiría barrer bajo la alfombra. La primera burbuja inmobiliaria estaba a punto de estallar, y el progreso era evidente, pero dolorosamente lento, lo que dio paso a otra era de disturbios violentos, linchamientos y otras formas de opresión impuestas a las minorías.
Luego, por supuesto, estaban los mafiosos. Retire de la ecuación los trajes de seda de tres piezas, las metralletas "Tommy guns" bruñidas y los montones obscenos de dinero en efectivo, y no quedan más que cuerpos inertes y llenos de balas, desplomados sobre los volantes de sus vehículos o tirados como muñecos de trapo rotos en el suelo de establecimientos públicos, las paredes pintadas con salpicaduras de sangre, y cristales destrozados por doquier. Estos, dicen, son los afortunados, ya que sus cadáveres, aunque presentados como un mensaje público, brindan a los seres queridos del fallecido algún tipo de conclusión, de cierre. A lo largo de las décadas, docenas de involucrados en este juego mortal desaparecieron por completo, para no ser vistos nunca más.
Uno de los gánsteres más infames de esta era fue George "Bugs" Moran, quien tenía todas las cualidades de un mafioso estereotípico del siglo XX. No lo llamaron "Bugs" ("Bichos") por nada, pues el hombre era una vengativa bomba de tiempo que desataba el infierno sobre cualquiera que se atreviera a traicionarlo. Uno de los criminales de carrera más prolíficos de su tiempo, fue condenado y encarcelado al menos tres veces antes de cumplir 21 años. George era un pistolero experimentado (hasta el punto de que con el tiempo fue coronado como el "padre de los tiroteos desde autos" [drive-by shootings]), un experto traficante de ron y el temible jefe de una de las pandillas más prominentes de todo Chicago.
Nunca se condenó a nadie por la "Masacre del día de San Valentín", el más infame de los atentados en gangland en la historia de Estados Unidos, pero es un secreto a voces que fue obra del mafioso más famoso de Estados Unidos, Al Capone. Bugs y Scarface se odiaban desde hacía más de una década y, aunque lo evitó por poco, se suponía que Bugs era el objetivo principal de la Masacre del Día de San Valentín.
Bugs Moran: La vida y legado del notorio gánster de Chicago que llegaría a ser el mayor rival de Al Capone describe cómo se alzó en el inframundo criminal y todas las controversias que siguieron. En conjunto con fotografías de personas, lugares y eventos importantes, aprenderá sobre Bugs Moran como nunca antes.