Desde la percepción del hombre, las fuerzas naturales
adquieren condición humana y se adueñan de su historia. Los
Tótems, esa expresión física de todo lo inexplicable desde la
perspectiva racional, de alguna manera influye en el desarrollo
cognoscitivo, teniendo un papel determinante en la manera de
entender su entorno. "...Sin devoción, las estrellas jamás se
hubiesen convertido en Dioses". Así nace el hombre y crea su
propio universo, irrepetible, único e individual, pero
influenciado por sus creencias. A medida que transita por este
mundo suyo, va alimentado su ego tanto como le es posible,
quedando preso de sus consecuencias y convirtiéndose en el
producto de los constantes procesos del poder. En épocas, en
las que, por un lado, la ciencia ha avanzado al punto de poder
explicar los orígenes de la vida con bastante acierto, por otro,
el hombre pareciera haberse estancado en el desarrollo de sus
políticas. ¿O tal vez no? Es entonces cuando el latinoamericano
(como se le conoce), lucha por recuperar su libertad al verse y
entenderse tardíamente, víctima de grandes mentiras
maquilladas bajo las nuevas filosofías de igualdad; las que
arriban, con un comportamiento alienante, capaz de cimentar
nefastos fanatismos, tal como lo fueran las religiones en
cualquiera de sus estadios más primitivos, en donde su mismo
creador, el hombre, pagaba tributo con sacrificios de sangre a
sus dioses totémicos, de forma equivalente, dicen por ahí -
Patria o muerte. El destino del hombre es hoy un incierto. Sin
embargo, es en su mismo despertar, -su Big Bang-, donde
pudiera llegar a encontrar el rescate de su historia, o inclusive,
de no estar despiertos, terminar con ella. Aquí, desde este
delirante puerto febril, encuentra el llamado hombre, toda su
fantasía y anhelos expresados en los relatos, mientras que, en
su poesía, intrínseca a sus despertares y luchas, encuentran
resguardo sus frustraciones y protesta, la catapulta final de El
gran despertar.