¡Ay, verdades, que en amor...! es una exploración de los conflictos emocionales y las contradicciones inherentes al amor. Desde la Jornada primera observamos cómo Lope de Vega despliega su ingenio y habilidad para capturar las complejidades de las relaciones amorosas.
En la escena inicial, la tensión entre Celia y Don Juan revela las convenciones sociales y las expectativas que rodean al amor y la vida cortesana en la España del Siglo de Oro. Celia, una mujer segura de sí misma, resiste las persistentes insinuaciones de Don Juan, quien emplea la lógica y referencias históricas y mitológicas para justificar su comportamiento.
El diálogo es un festín de ingenio y retórica. Don Juan recurre a figuras como César, Agamenón, Pigmaleón y Jasón para apoyar su argumento, lo que refleja una especie de idealismo romántico que a menudo se encuentra en las obras de esta época. Pero Celia lo contrarresta de manera efectiva, sutilmente sugiriendo que las palabras de Don Juan son meras fantasías ("toda vuestra prosa es aire"). Este juego de ingenio y contraingenio es característico de Lope de Vega y es uno de los muchos aspectos que hacen que su obra sea atemporal.
Otro elemento notable de ¡Ay, verdades, que en amor...! xes cómo Don Juan, en su último parlamento, compara a Celia con una obra de arte que sólo un "divino Apeles" podría capturar. Esto no es sólo un cumplido a su belleza, sino también una forma de objetivarla, de convertirla en una "cosa" para ser admirada. Celia, consciente de su propia agencia, rechaza esta objetivación.
¡Ay, verdades, que en amor...! muestra cómo Lope de Vega explora temas eternos como el amor, la seducción, la autonomía y la complejidad de las relaciones humanas a través de personajes bien dibujados y diálogos ágiles. Cada personaje es una voz en un coro más amplio que aborda los intrincados matices del amor y la pasión, temáticas universales que hacen que la obra de Lope de Vega siga resonando hoy en día.