Mucho antes de la imprenta, el arte del Amanuense fue considerado sublime y propio para iniciados. Quién, en ese entonces, iba a imaginarse el advenimiento de la imprenta y hoy en día la impresión digital. Ha quedado en una evocación de una etapa que iniciaba la era de la trasmisión del conocimiento. El autor de este libro nos muestra sus manos y se abre una librería: en sus líneas hay surcos sin fin, torrentes alfabetos e implacables letras, tal como él versa. Usted sentirá cómo su dorso va siendo labrado en el devenir de la lectura. Correrán, tal como leerá y luego las oirá en su fluir: venas de tinta, de espesa tempestad, de la pluma del atribulado pulso del escribiente.El día de cuando los sentidos sean sustituidos por la emancipación virtual, veremos a lo lejos la lóbrega librería, con cuántas memorias recluidas, olvidadas, en solicitud de soledades: la suya, la mía y la del autor que nos arroja a la reflexión con el poder sugestivo de sus versos. Veremos biliosos libros, por baldar a su ser leedor, pues mudaron su letra a la tierra baldía del cerúleo silicón, por abandonar al lejano espejuelo que atrapó entre su lamoso vidrio la mirada en desolación. Ya no sólo será el alma del amanuense la única, hace mucho abandonada en la más oscura vitrina, en su más sombrío rincón donde el polvo zarpa y esparce la más lóbrega asolación: también la nuestra.Usted está pronto a convertirse en un Amanuense en sueño, con un sueño sin amanecer, porque, tal como el autor, escribirá sus sueños y, tal vez, ya no viva los suyos. Porque si sueña el estilete, suspendido en su ejecución, existen, como existe el que sueña y sólo cree en lo que sueña.A través de los perfectos versos pronto a hacerlos parte de su vida, rememorará la grandilocuencia de su primer garabato, y cómo grabó con el garbo de su caligrafía: la finita infancia, de infinita fantasía. Aprenderá que los verdaderos versos dictan al sueño cómo soñarse. La infancia del sueño suyo, niño se soñó, así quedó niño, y en sueño.Aún no empieza a leer, y ya escucha deslizarse la péñola sobre la piel de la historia por escribirse: la suya. Y usted se reinventará en su propio pulso y moldeará el tacto con su estilete, dará legibilidad a la luz --obsérvela y lo confirmará. Mientras, deletree al silencio, tal como el autor le enseñará con su eufonía de fuente sin fin, pues la eufonía del sonido escribe al silencio de un solo trazo. Y pronto sabrá resistir a la noche pues el autor aún la escribe para usted sobre una tabla de tensas tinieblas y aprenderá nunca quemar la pupila en hoja que no arda.Mañana, al amanecer, será dórico su mirar, pues el Amanuense al ocaso encerró en un puño y a la aurora en su noche extrema, donde recostó su infancia en el silencio. Sí, ahí, donde usted, recuérdelo: depositó su primer párvulo en el dorsal de la palabra que inició su vida. Así, tal como ha sucedido conmigo, los versos próximo a leer, en un volver de página, libarán sus dedos en el memorial de todas sus vigilias. Y desnudará sus falanges, y su dedo índice tocará el omnipotente índice de un dios verbal.Susana Buyó